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Amelie

Año 2001
País Francia-Alemania
Estreno 19-10-2001
Género Comedia
Duración 120 m.
ZINEMA.COM T. original Le fabuleux destin d'Amélie Poulain
  Dirección Jean-Pierre Jeunet
  Intérpretes Audrey Tautou (Amélie Poulain)
    Mathieu Kassovitz (Nino Quincampoix)
  Rufus (Raphaël Poulain, el padre de Amelie)
  Yolande Moreau (Madeleine Wallace, la portera)
  Artus de Penguern (Hipólito, el escritor)
   Guión Jean-Pierre Jeunet
     Guillaume Laurant
Fotografía Bruno Delbonnel
Música Yann Tiersen
Montaje Hervé Schneid
Sinopsis
Amelie no es una chica como las demás. ha visto a su pez de colores deslizarse hacia las alcantarillas municipales, a su madre morir en la plaza de Notre-Dame y a su padre dedicar todo su afecto a un gnomo de jardín. Creció y se convirtió en camarera en un bar de Montmartre cuya propietaria es una antigua jinete circense. la vida de Amelie es sencilla: le gusta tirar piedras al Sena, observar a la gente y dejar volar su imaginación. De repente, a sus veintidós años, Amelie descubre su objetivo en la vida: arreglar la vida de los demás. Inventa toda clase de estrategias para intervenir, sin que se den cuenta, en la existencia de varias personas de su entorno. Entre ellas está su portera que pasa los días bebiendo vino de Oporto; Georgette, una estanquera hipocondríaca: o "el hombre de cristal", un vecino que sólo ve el mundo a través de la reproducción de un cuadro de Renoir.
    
Referencias
  • Está realizada por Jean-Pierre Jeunet tras la superproducción Alien: resurrección (1997). Sus otros dos trabajos anteriores fueron Delicatessen (1991) y La ciudad de los niños perdidos (1995) Es la primera vez que Jeunet rueda fuera de un estudio.
     
  • La protagonista es Audre Tautou, de 23 años, que ya ha intervenido en películas como Venus, salón de belleza o El libertino.
     
  • Le acompaña en el reparto Mathieu Kassovitz, director de filmes como el reciente Los ríos de color púrpura y actor en Un héroe muy discreto o El quinto elemento.
     
  • También intervienen habituales en la filmografía del director como Dominique Pinon (Sabotage!), Rufus o Serge Merlin.
     
  • En un principio el papel de la protagonista iba a haber sido interpretado por Emily Watson, para la que Jeunet escribió el papel, pero ésta, a pesar del interés que mostró por el proyecto, declinó la oferta por motivos personales.
     
  • El guionista, Guillaume Laurant, ha colaborado con el director en La ciudad de los niños perdidos y Alien: resurrección.
     
  • Es la primera colaboración del realizador con su amigo el director de fotografía Bruno Delbonnel tras colaborar anteriormente con Darius Khondji quien no estaba disponible para el proyecto.
     
  • La música es del compositor Yann Tiersen que tiene cinco álbunes en el mercado La valse des monstres (1995), Rue des cascades (1998), Le phare (1998), Tout est calme (1999) y L'absence (2001).
     
  • Se rodó entre el 2 de marzo y el 7 de julio de 2000 en Colonia y París.
     
  • Fue rechazada en el Festival de Cine de Cannes 2001 y se presentó en la sección Zabaltegi del Festival de Cine de San Sebastián 2001.
     
  • Se ha convertido en el gran éxito de la temporada del cine francés.
     
  • Consiguió los Premios del cine europeo 2001 a la mejor película, director, fotografía, así como el premio del público.
     
  • Obtuvo el Independent Spirit Award 2002 a la mejor película extranjera.
Críticas
Amelie, un sueño de película

Hay buenas películas que te hacen pensar, otras te inquietan, apelan a tus sentimientos, critican el estado de las cosas, o te retrotraen al pasado. Las hay, también aceptables, que te excitan o simplemente, te entretienen, que no es poco. Afortunadamente, las hay también estupendas, que consiguen todos o muchos de estos efectos a la vez. E incluso, algunos films, muy pocos cada año, te llegan al alma, porque te remiten a ese mundo onírico que tanto nos empeñamos en ir matando conforme supuestamente maduramos. Y, además, rizando el rizo, hacen que salgas ennoblecido del cine. Porque recurriendo siempre a buenas artes te trasmutan en una persona un poco más optimista y vital y te insuflan lo que tanto necesitamos hoy, llenos como estamos de dolor, desigualdades lacerantes, competitividades rastreras, guerra y abusos: el optimismo, la confianza en uno mismo y la esperanza de que merece la pena esforzarnos para encontrar lo que buscamos y, también, para hacer felices a los demás. Pues bien, todo esto me ha parecido hallar en "Amelie", una película francesa de reciente estreno que está constituyendo un acontecimiento social en el país vecino. A modo de ejemplo, ha conseguido allí bastantes más espectadores que "Los otros", de Amenábar, en España.

No es tampoco casualidad que el director de "Amelie" sea J. Pierre Jeunet, co-responsable de la heterodoxa y justamente afamada "Delicatessen" que tanto nos deleitó y asombró hace unos años.

Hablemos un poco de lo técnico. Sólo podemos decir que el sorprendente guión, la pulcra y ambiciosa realización, la eficaz y romántica banda sonora, el ajustadísimo casting (por favor, !quién encontró a la deliciosa Audrey Taotou!), la muy apropiada fotografía (si París es siempre bellísimo, aquí roza lo mítico) la excelente interpretación de los actores (nada digamos al respecto, vayan a verla), la filmación en exteriores e interiores (con esos itinerarios poéticamente descriptivos de las viviendas de Amelie y del "hombre de cristal" y un juego de ventanas que observan a otras ya visto pero muy resultón), los diálogos (rebosantes de chispa, humor, buena escritura y una acidez siempre comprensiva con las debilidades humanas), la configuración de unos personajes tan originales como soberbia y dolorosamente humanos, víctimas de la soledad, la incomprensión, la marginación, la obsesión, la carencia de amor..., y el montaje... son estas herramientas narrativas, todas ellas, tan impecables que pasan desapercibidas, consiguiendo que el cine trascienda su soporte y se convierta en arte total, en experiencia libre del espectador, que pierde su identidad, su consciencia de receptor, para transformarse en actor, en partícipe de lo que ocurre, en uno más de los componentes de esta romántica y ensoñadora comedia. Que gusta a todo el mundo porque nos habla de lo mejor, de lo más noble de nosotros: el sueño por disfrutar de la vida y por hacérsela más amable y feliz también a quienes nos rodean.

Detengámonos sólo en dos peculiaridades ejemplares de esta película. Una, el sentido del humor (irónico, delicado, tierno, cotidiano y compasivo pero no carente de fuerza y sentido crítico) que impregna todo lo que ocurre, desde la primera hasta la primera última secuencia, sin caer nunca en el chiste fácil, el tópico o la grosería hoy tan al uso. Y, dos, la pobladísima galería de impagables personajes, comenzando por el prodigio de la ensoñadora y adorable Amelie, siguiendo por el padre casi etéreo que sigue indiferente su autista conversación cuando Amelie le dice (en broma, en plan test de atención) que ha abortado porque la droga que consume se hallaba en mal estado y ha perjudicado al feto, o el tendero déspota y su lúcido ayudante, o la locuaz vecina anclada en el recuerdo de un marido tan infiel como muerto, o el descacharrante celoso patológico del bar, o la ansiosa e hipocondríaca tabaquera, o el insólito joven, futuro enamorado de Amelie, que recoge, con pretensiones artísticas (o quizá simplemente indagatorias de la identidad humana a través de los rostros de la gente anónima), hileras de fotos desechadas de los fotomatones.... En fin, todo un colectivo de personas (rotundamente de ficción, pero lúcida referencia de tantas actitudes y comportamientos humanos) que puebla la película y que se engarzan prodigiosamente en un guión que los va presentando en cada momento a todos y cada uno de ellos de un modo tan natural y lógico que consigue que no se vea al escritor que creó la historia.

Es cierto, se trata de una película blanda (por el éxito absoluto de los buenos sentimientos), algo ñoña (por su ideal happy end) y bastante irreal (las cosas son, lamentablemente, más prosaicas y crudas y mucho menos encantadoras en nuestro discurrir cotidiano), pero reconozcamos que al menos una vez al año podemos darnos el gustazo de reconocernos en ese ser humano contradictorio, soñador, vitalista, confiado, optimista y con ansias de diversión que todos fuimos (o continuamos siendo, a pesar de todo) alguna vez.

Ricardo Oleaga