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Millennium mambo

Año 2001
País Taiwan-Francia
Estreno 12-07-2002
Género Drama
Duración 119 m.
ZINEMA.COM T. original Qianxi manbo
  Dirección Hou Hsiao Hsien
  Intérpretes Shu Qi (Vicky)
    Jack Kao (Jack)
  Tuan Chun-hao (Hao-Hao)
     Chen Yi-hsuan (Xuan)
     Takeuchi Jun (Jun)
   Guión Chu Tien-wen
Fotografía Mark Lee Ping-bing
Música Lim Giong
  Yoshihiro Hanno
Montaje Liao Ching-sung
Sinopsis
Vicky tiene el corazón dividido entre dos hombres, Hao-Hao y Jack. Por las noches trabaja como relaciones públicas en una discoteca para ayudar a ambos. Hao-hao la vigila constantemente: controla sus cuentas, las facturas de teléfono, los mensajes de su móvil e incluso su olor, para tratar de descubrir lo que ha hecho en su ausencia. Ella ya no le puede soportar y decide huir. Hao-hao la encuentra y le pide que vuelva. Entretanto Jack invierte en diferentes negocios; su manía de recibir con los brazos abiertos a todos los que necesitan ayuda le causa algún problema que otro. Vicky ya se ha refugiado dos veces en su casa y en esta ocasión se establece entre ellos una relación más íntima.
    
Referencias
  • Dirige Hou Hsiao Hsien, cineasta nacido en China pero que vive en Taiwan desde la infancia, cuya premiada filmografía se compone de Cute Girl (1980), Cheerful Wind (1981), Green Green Grass of Home (1982), The sandwich-man (1983), The Boy from Fengkuei (1983), A Summer at Grandpa's (1984), The time to Live and the time to die (1985), Dust in the wind (1987), Daughter of the Nile (1987), A city of sadness (1989), El maestro de marionetas (1993), Good men: good women (1995), Goodbye South, goodbye (1996) y Flowers of Shanghai (1998).
     
  • Está protagonizada por la famosa actriz en Taiwan, Shu Qi.
     
  • Consiguió el Premio de la Comisión Técnica Superior del Festival de Cine de Cannes 2001, donde se estrenó en su sección oficial, y fue candidata a los Premios del Cine Europeo 2001 de los cinco continentes.
Crítica

Siendo, como es, un importantísimo miembro de la llamada escuela cinematográfica de Taiwán, y poseedor de una ya dilatada trayectoria profesional muy reconocida en los ámbitos de la critica especializada más selecta, que se ha encargado de auparlo y alabarlo en los más célebres certámenes internacionales, Hou Hsiao-hsien es un completo desconocido en nuestro país, pues sólo se ha estrenado, y mal, su excelente EL MAESTRO DE MARIONETAS. En estas fatales fechas estivales, en la que la cartelera, año tras año, se llena de gargajos y aguarrás, se ha colado su última obra, MILLENIUM MAMBO, una obra extraña, difícil, poderosamente dirigida, que exige una concienzuda predisposición por parte del espectador, y que fracasa en parte pues hay momentos en los que éste se cuestiona si el esfuerzo que el director exige (y merece en otros tantos) vale la pena entregárselo.

En MILLENIUM MAMBO asistimos al seguimiento casi científico de las andanzas amorosas de una joven taiwanesa: el final de una relación con un impresentable y estúpido joven de su edad, celoso, enfermizamente controlador de todos sus actos y pertenencias, y, después, el comienzo de otra con el jefe del local de alterne en donde trabaja; un hombre mayor que ella, sensible y protector, al que se acerca dolida y necesitada.

Y digo casi científico puesto que la cámara en ningún momento mantiene el clásico rol de ventana a través de la cual el espectador es impelido a ser testigo de unos hechos, de una historia, de una narración. Aquí el testigo, el ojo privilegiado es la misma cámara. Una cámara muda, fría, escrutadora callada de una realidad triste, inútil y patética a la que disemina silenciosamente. No hay apenas acción, pues los personajes no destilan vida, se muestran como criaturas imbéciles en su rutina, intolerables en su inanidad. Son personajes que más parecen ser animales enjaulados en su propia dejadez (es muy revelador el reconocimiento olfativo casi simiesco al que es sometido la protagonista) a los que la cámara nunca persigue (hay multitud de desenfoques) porque éstos no tienen nada que ofrecerle. Toda la primera parte ( justo hasta que la protagonista abandona a su pareja) funciona como un duro retrato generacional de una juventud perdida, ignorante, plana, impresentablemente urbana, autista, que el director, desde un radical y coherente punto de vista desarrollado con una pertinente y elaborada (no)puesta en escena, nos ofrece con la misma gelidez y ausencia de piedad con la que un médico forense realizaría el reconocimiento de un cadáver. Hou Hsiao-hsien despliega ante nuestros ojos la retórica de una autopsia, dibuja con alevosia y talento el mapa funesto de unas imperturbables gentes retozando con gusto en el horizonte enjuto e imposible de un callejón sin salida.

Es por ello que se tenga que recurrir al uso de un narrador en tercera persona, situado en el futuro, y, por tanto, conocedor de los hechos, pero que es convocado sin ningún tipo de capacidad enjuiciadora o emotiva. Hay una hermosa escena que culmina con la protagonista contemplando la huella que su rostro ha dejado en un montículo de nieve. Podríamos concluir que ese rostro petrificado es el mismo que cuenta la historia desde un inmóvil, melancólico y noctámbulo plano final  ( la abandonada y sin recursos protagonista pierde toda presencia física. Solo es fantasmagórica voz), plano que funciona como reverso fatal, estático y negro del que abre el filme: un largo travelling frontal en el que la cámara persigue a la bella y magnífica actriz protagonista envuelta en una vitalista actitud (corre, baila, alza los brazos) que abandonará prácticamente ya en el plano siguiente.

En la segunda parte de la película, la que describe la relación de Vicky con su jefe, el director permite una agradecible luminosidad (muy sintomático resulta el momento en el que los contemplamos dentro del coche justo a la salida de un túnel; es muy rotunda  y blanca la luz que les estalla, contrastando con la oscuridad que los envuelve al principio y abandonan). Hay muchos más planos exteriores; la unión de estos dos personajes deja entrever un conflicto humano más complejo que la podrida y paralítica degeneración existencial de la primera historia. Brota sensibilidad y calor humano en la delicada escena en la que Jack cocina para la joven, mientras esta se desahoga en un esforzado lamento. Hay un mínimo avance narrativo en el atisbo mafioso que se deja vislumbrar casi al final. En definitiva, la desaparición del novio permite un curioso paralelismo emocional entre los personajes de la película y el espectador que asiste a su proyección. Ambos, por motivos bien distintos, experimentan una necesaria, semejante liberación.

Y es que uno se pregunta si el objetivo que se plantea el director es justificable desde el punto de vista del espectador, si es válido desplegar tan intenso e inteligente dispositivo estético al servicio de una narración tan miserablemente humana y desquiciante. El realizador taiwanes propone (y soluciona con éxito) describir y hacer ver la nada más absoluta y desagradable mediante un severo y exquisito ejercicio formal que se adecua a él impecablemente. Ahora bien, personalmente, preferiría que este nada complaciente, sabio, a contracorriente experimento cognitivo estuviera al servicio de otro planteamiento argumental más sugerente y alentador.  Hou Hsiao-Hsien se revela como un fino entomólogo que nos invita a una particular sesión para descubrirnos su último hallazgo, y uno sale de ella con la sensación de haber visto únicamente el perfeccionadísimo microscopio.

Celso Hoyo