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VIII FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

por Juan Carlos Granado

Viernes, 16 de marzo de 2007
Llego a esta octava edición del Festival de cine de Las Palmas con las expectativas muy altas, debido en parte a la calidad de las dos últimas ediciones, pero sobre todo debido a la propuesta de este año.

Dieciocho largos a concurso en la sección oficial y dieciséis en la Sección Informativa, son suficientes para absorberme por completo. Pero para plantearnos más agradables indecisiones, este año hay un ciclo del comprometido documentalista israelí Avi Mogravi y una retrospectiva con toda la producción del director japonés Hirukazu Kore-eda.

También hay un ciclo de cine marroquí y siguen ofreciendo, como años anteriores, un ciclo sobre cine negro, llamado este año Asi noir. También mantienen el ciclo Déjà vu y el Foro canario.

Ante la buena aceptación que el pasado año tuvo el ciclo Novísimos USA, este año deciden continuarlo.

Si a esto sumamos cuatro pelis de Sam Peckinpah, un ciclo sobre nuevos creadores de no-ficción (D-Generación), más clásicos de este festival como La noche más freak o La linterna mágica nos encontramos ante una sobre oferta de lo más apetecible.

La primera película que veo es Hana de Hirokazu Kore-eda , el director de la aclamada Nadie sabe.
Yo a este tipo no le acabo de entender bien, ni entendí el valor de aquella (ni su éxito de crítica) ni entiendo el traque que es ésta.

Narra la historia de unos samuráis que se han quedado sin señor, en una época en la al parecer ya no están de moda. Uno de ellos tiene que vengar a su padre pero es un desastre en el manejo de la espada. Y claro, acaba entendiendo que la venganza no lleva a ningún sitio.

“Hana da un giro neorrealista a los tradicionales dramas históricos” dice la publicidad, y no digo que no, pero es tan poco interesante que me da igual. Me da tan igual que no me duermo porque me ponen de bastante mala leche las pretensiones humorísticas que tiene por momentos, que la intención se nota, pero el resultado es vergonzante.

Por aquello de la mitomanía no me quiero perder la Gala de Inauguración, donde este años dan sendos Harimaguadas de honor a Susan Sarandon y otro a Ed Harris.

Ed Harris ha leído su agradecimiento en castellano y que parece ser que para venir ha tenido que hacer veinte horas seguidas de avión. Supongo que eso es un extra, y por eso lo digo.

Susan Sarandon no ha hablado en castellano pero ha agradecido el premio igual, se ha felicitado porque existan festivales donde se vean películas independientes y le ha dedicado el premio a su amigo Bob Altman, cuya última obra se ponía a continuación.

También se ha dado un Harimaguada de honor, a título póstumo a Antonio Betancor. Director con una escasa producción de largometrajes pero muy vinculado a este festival.

Como último añadido diré que el presidente del jurado es Arturo Ripstein, uno de mis cineastas más admirados.

 

Sábado, 17 de marzo de 2007
La mañana empieza con WWW, What a Wonderful World de Faouzi Bensaidi, marroquí en coproducción con Francia y Alemania. Comienza con unos títulos de crédito de lo más sixtie y según va avanzando la película va sumando estilos hasta llegar a ser un cajón de sastre que, a pesar de todo, no cansa en exceso.

Según el director iba haciendo un homenaje a cada una de las películas que le habían gustado, y pretendía, como en la música de club, ir mezclando algo anterior para hacer algo nuevo.

En mi opinión fue fusilando cada una de las que le habían gustado y no consiguió hacer nada nuevo. Aunque, repito, no es cansino el pastiche.

Es la historia de un asesino a sueldo –el director se reserva este papel para él y es una copia bastante evidente del Alain Delon de Samurai, Jean Pierre Melville- que obtiene sus encargos a través de internet. Después de cada asesinato llama a una prostituta para pasar un rato con ella, pero ésta no tiene móvil, el teléfono es de una policía de trafico que lo alquila.

De tanto escuchar la voz de ésta se acaban enamorando. El último personaje es un hacker que quiere huir a Europa y no lo consigue. Un día intercepta las comunicaciones del asesino y manipula su destino.

Homenajes a evidentes a Fellini, Bryan de Palma, Sergio Leone, Almodóvar o el mencionado Melville desembocan en un final bastante mal resuelto.

L’heritage de Temar y Gela Babluani, padre e hijo, es un película georgiana que narra el viaje de tres jóvenes franceses a Georgia para visitar el castillo en ruinas que una de ellos ha heredado. Para llegar hasta la zona montañosa donde se encuentra contratan a un traductor, Nikolai, que les acompaña en un viaje de dos días en autobús.

Durante el trayecto conocen a un anciano y a su nieto, que viajan con un ataúd vacío. Acaban sabiendo que éste es para el anciano que será asesinado para saldar una vieja deuda en una antigua lucha de familias.

Como buenos burgueses occidentales deciden intervenir para solucionarlo y consiguen estropearlo del todo. Eso sí, sin mala intención.

En palabras del director “quería mostrar dos culturas que se cruzan y el cuidado que hay que tener cuando eso sucede. Y también la capacidad de sacrificio del ser humano, incluso hasta dar su vida por los suyos”

Leyendo la sinopsis crees que va ser una comedia, las situaciones dan para ello, pero es un drama que te hace tambalear pequeñas ideas y comportamientos de los que todos pecamos cuando hacemos turismo. Perdón, cuando viajamos.

Un muy buena película. Me apunto 13Tzameti, la anterior de Gela Babluani, para ver en cuanto tenga oportunidad.

Me habían hablado muy bien de Luxury car, de Wang Chao y no es para tanto.

Aunque el argumento es bastante tópico empieza resolviéndolo bien pero va estropeándolo según avanza.

Un viejo maestro de escuela va a la ciudad a ver a su hija para buscar a su otro hijo, del que no saben nada desde hace tiempo. La madre está a punto de morir y quiere verlo por última vez.

La hija se dedica a la prostitución (según la sinopsis “trabaja como chica de acompañamiento en un bar de karaoke”) y se ha quedado embarazada del jefe del antro de lujo donde trabaja. Montan un teatro para que éste parezca el novio, y el padre que como es maestro rural es inocente como él solo no se entera de nada. Pero se ha hecho íntimo amigo del policía que le ha ayudado a buscar a su hijo desaparecido y éste descubre el engaño.

Perdonad que lo cuente así, pero es que es de traca. En definitiva, muy mala.

En mi ánimo generoso me decido darme una nueva oportunidad con Hirokazu Kore-eda y me abalanzo sobre su primer largo, de 1995, Maborosi.

El marido de una joven se suicida repentinamente sin que existan motivos, dejando sola a su esposa con un bebé de tres meses. A ella le atormenta la duda de no saber porque lo hizo. Sin embargo se vuelve a casar, con un viudo que tiene un hija y se van con el padre de él a un pequeño pueblo de pescadores.

Pero no se sabe si rehace su vida o sufre la duda del suicidio hasta el final. La duda que la atenaza y que pocas veces la permite olvidar lo sucedido.

Debo de tener hoy un día gótico y he sufrido tanto a más que la protagonista. Y he disfrutado con ello, con un estilo tan cercano al documental, que por hoy me ha cautivado.

Espero poder dormir (sin tener pesadillas por escribir cautivado).

 

Domingo, 18 de marzo de 2007
Poner un domingo por la mañana a las nueve una peli de Pablo Llorca es una invitación a salir de farra por Las Palmas el día anterior y levantarse para ver la siguiente. Yo como he empezado bastante responsable me he levantado a ver esta cosa tan horrible llamada Uno de los dos no puede estar equivocado.

Me parece genial que haya gente tan rara como este tipo, que sean unos locos por contar sus historias y hagan lo imposible por lograrlo. Supongo que a veces salen cosas dignas de tanta individualidad pero no es usual. Ésta es un truño de lo que hace tiempo que no se hacen.

La parte buena es que podría ser regalada a los pacientes de insomnio como herramienta terapéutica, o enseñada en las escuelas de cine como ejemplo de lo que hay que hacer si quieres aburrir a una oveja.

Una de las cinematografías con más predicamento entre cualquier festival que se precie es la iraní. Y a mí, desde hacía un tiempo, salvo contadas excepciones me aburría de solemnidad.

No es el caso de Fireworks Wednesday, de Asghar Farhadi, un relato de celos, infidelidades, comunidades de vecinos que muestra a la clase media iraní vista desde los ojos de una sirvienta de la periferia de la ciudad.

Todo sucede en un solo día, tres antes de año nuevo, el “miércoles de fuegos”, y bajo la presión de un incesante ruido de petardos vemos esta sirvienta manejarse en su primer día de trabajo. Una mujer celosa de su marido, un niños de corta edad, un marido a punto de perder los nervios y una vecina peluquera como sospechosa de los cuernos justo antes de que la familia se vayan de vacaciones Dubai.

Más que interesante.

 

Lunes, 19 de marzo de 2007
Este festival tiene aun pocos años de existencia y cada año hace algún pequeño cambio en la organización. Este año, por ejemplo, permite al público en general asistir a las películas proyectadas por la mañana, que otros años estaban reservadas exclusivamente para la prensa. Lo que en mi opinión era un desperdicio.

Espero, ahora que las salas se llenan, introduzcan mejoras como la prohibición de acceder a las salas una vez haya comenzado la película, prohibir la entrada de comida o vender entradas para las sesiones inmediatamente posteriores, sin tener que pasar por la misma cola que los que van a comprar para otras más tardías.

Hay algunos directores, que después de leer su biografía y ver su película pareciese que han querido ajustar alguna cuenta con su pasado.

Es el caso de Die unerzogenen (Los no educados), de Pia Marais que nos cuenta la historia de una pre adolescente que le toca vivir con una madre un poco ligera de cascos, un padre recién salido de la cárcel y ya preparando “el gran negocio” en un ambiente alejadísimo de los normales que ella observa en otras familias.

Nunca ha ido de forma habitual al colegio pero ahora ella parece necesitar una cierta estabilidad a su alrededor, pero también necesita ser aceptada, cosa que no consigue ni en el mundo de los adultos en el que vive (brutal el momento en que intenta ser follada por el amante de su madre y es rechazada) ni en el mundo de los de su edad, donde intenta entrar como un elefante en una cacharrería valiéndose de un mundo inventado, de su propia fantasía hasta que es pillada por mentirosa.

En definitiva una lucha por la supervivencia, donde se acaban cambiando un pocos lo roles y ella asume algunos que deberían corresponder a sus padres, donde la fantasía no le ha solucionado sus necesidades y tiene que pisar el suelo de la realidad, la única forma que tiene de sobrevivir. Un final estremecedor donde, a pesar de saber lo que tiene que hacer, y hace, aun muestra un gran amor hacia sus padres. A pesar de todo.

Aunque historias parecidas se han contado ya demasiadas veces, no estaba mal contada. Otra cosa es que te guste que te lo cuenten. A mí en esta ocasión sí.

Existen directores que nunca sabes por qué gustan tanto, a mí esas cosas me producen desasosiego. Siempre pienso que el equivocado soy yo.

Es el caso de Apichatpong Weerasethakul, que ya con Tropical Malady me hice la firme promesa de no volver a ver nada suyo en muchos años. Pero como las promesas están para ser olvidadas hoy he sufrido otro horror casi tan grande como en aquella con Syndromes of a century.

Este tipo de películas me aburren tanto que me cuesta seguirlas una barbaridad y cuando quiero entender qué pasa me doy cuenta de que estoy pensando en cómo arreglar esa puerta estropeada que tengo en casa. Lo mejor en estos casos es dejarse dormir en la butaca pero a costa de café cargadísimo que me había tomado antes no lo he conseguido.

Sin embargo no le doy por perdido, si de Hirokazu Kore-eda he llegado a ver algo que me ha gustado ¿por qué no de éste?

La tarde empieza tremenda. En el ciclo D-Generación hay una proyección con dos documentales, uno sobre las funerarias y otro sobre mi admirado Nacho Vegas.

Como lo de las funerarias va primero lo aguanto estoicamente para ver al otro, pero mi espera es en vano. Me aburre tanto lo que cuenta que me fugo a pasear por la ciudad.

Después veo, del ciclo de cine marroquí, Le grand voyage, de Ismael Ferroukhi que es la historia de un padre y un hijo que van en coche en peregrinación a La Meca a través de media Europa. Las aventuras que les pasan, los piques entre ellos y lo bueno que es todo el mundo la convierten en digna de sábado por la tarde, con ganas de volver a creer en género humano y superando una buena resaca.

Prescindible, en mi opinión.

 

Martes, 20 de marzo de 2007
En toda mi vida no habré visto más de diez películas rumanas y todas infumables hasta que en el pasado festival de cine de Gijón vi una interesante, de los años sesenta, llamada Reconstrucción. Esta mañana tenemos una de ese país llamada The paper will be blue, de Radu Muntean y es más que digna.

Durante la caótica noche del 22 de diciembre de 1989, Casti, un joven soldado decide dejar su unidad e irse con la milicia a defender el edificio de la televisión. Un reflejo de esos días en que nadie sabía quien era el amigo y quien el enemigo, quien mandaba o no, o con quien estaba cada unidad. Radio que funciona intermitentemente, flashes de la televisión y una búsqueda por ese caos del joven Costi para devolverle a la unidad y que no tenga problemas de los que ya viven todos. Situaciones sin espacio para reflexión entre actos de creencia en el género humano, a abominales hechos estúpidos de patanes inmisericordes.

El relato, en definitiva, de una noche revolucionaria.

La tarde es un reencuentro con el cine en estado puro, al menos es que a mí más me gusta. En concreto dos obras tremendamente diferentes pero que me reconfortan en el placer de dejarme contar historias.

La primera es A guide to recognizing your saints, de Dito Montiel, que era el líder de un grupo punk de los 80’ bastante malo llamado Major Conflict. Justo después Geffen Records le formó un grupo para teenagers malotes, Gutterboy, le dieron un millón de dólares de la época pero las niñas no compraron nada más que algunos vinilos.

Fue famoso por ser uno de los fracasos musicales, y más caros, de la historia de la música comercial.

En el 2003 sorprende con A guide to recognizing your saints, que acaba convirtiéndose en best-seller y cuenta una recreación ficticia de lo que fue su vida en Queens, en los 80.

Lo sorprendente es que consigue hacer un buen guión y una extraordinaria película. Pero lo mejor es que con el tiempo parece que ha afinado un poquito el oído, además de tener ahora un mejorado gusto musical, deleitándonos con un tremendo ritmo en la elección de las canciones que retratan cada momento de lo que observamos.

Ritmo flipante, tensión constante, casi locura, un Chazz Palminteri que como casi siempre lo borda, para contar los hechos que hacen que Dito huya de la casa de sus padres a Los Angeles y no vuelva hasta quince años después. Esta peli me reencuentra con los independientes americanos, que me tenían amargado con gente como Linklater, Andrew Bujalski o Phil Morrison.

Después veo Still life/ Naturaleza muerta (en chino Las buena gente de las Tras Gargantas), de Jia Zhang-ke dos historias de reencuentros sobre el escenario de algo que va ser hundido, anegado.

Un minero busca a su hija ya a la que fue su mujer dieciséis años atrás y una enfermera a su marido que dos años atrás se fue, cada uno con intereses diferentes.

Personajes que caminan sin mucha solidez, sin un rumbo demasiado estructurado en un mundo al que no le queda demasiado tiempo, que presiona con sus prisas a estas buenas gentes de Las tres gargantas a encontrar su destino pero, a la vez, buscar como restaurar las heridas de ese pasado que es anegado.

Es curioso que esto me encante y algo, en principio tan parecido, como Apichatpong Werasethakul me aburra tanto.

Será cosa de hacérmelo mirar.

 

Miércoles 21, el día de Juan Carlos Falcon
Sí, hoy es su gran día. Estrena en el festival de su ciudad una película, La caja, rodada también aquí, y eso casi sin quererlo crea una gran expectación. Desde por la mañana estaban agotadas todas las entradas para todos los pases de hoy de esta peli, y eso que se estrena en viernes con casi ciento cincuenta copias para toda España.

No veo las prisas.

La caja ya pasó, fuera de concurso, por la última edición de la Seminci y gustó mucho. Casi podríamos hablar de triunfadora virtual.

El guión está basado en la novela Nos dejaron el muerto, de Víctor Ramírez, y Juan Carlos Falcón consigue un guión de lo más creíble manteniendo en todo momento el espíritu de la novela.

La pelí me encantó en Valladolid, las actrices están soberbias sobre todo Elvira Minguez, pero también Antonia San Juan que yo hacía tiempo que no la veía siquiera en un nivel digno. A veces rozan la teatralidad algunas de ellas pero no desentonan.

En el debe podría poner que la planificación es un poco tosca, pero se olvida (al menos a mí) ante el efectismo de la historia.

Un director para ser seguido.

To get to heaven first you have to die, del tayico Djamshed Usmonov, nos cuenta con una frialdad digna del clima más horrible, la historia de un chico de veinte años recién casado que no puede hacer el amor con su mujer.

Después de consultar con el médico y decirle éste que está bien, se lanza a la conquista de todo tipo de mujeres, unas veces pagando y otras no. Pero no consigue que aquello funcione.

Cuernos, asesinatos y abandonos nos aparecen como la mezcla de desesperanza que envuelve la ciudad. El cielo gris, el frío, la todavía estética soviética nos van distrayendo para darnos, al final, la posibilidad de la reconciliación familiar; de que todo este viaje no tenía otro fin que el de “su curación”, y que después de hacerlo sabe cual es su lugar. Allí donde se casó, donde al morir su madre, su padre y él necesitaban alguien que se ocupase de todo aquello.

Llevaba años queriendo ver algo del portugués Pedro Costa y hoy lo intenté con Juventude en marcha, su última obra.

Siempre ha tenido fama de retratar la parte de la sociedad más deprimida y triste. Y es así. Aquí cuenta las andanzas de un obrero de Cabo Verde cuando es dejado por su mujer y tiene que abandonar el cochambroso barrio donde ha vivido los últimos treinta y cuatro años. La gente que se va encontrando y los amigos que va haciendo no les va mejor que a él.

Es de una desesperación abrumadora. No recomendado para quien esté pasando un mal momento, además ¡dura ciento cincuenta y cinco minutos!

Por fin me acerco al ciclo de Avi Mogravi, el documentalista israelí que exhibe sus ideas y su cuerpo durante el proceso creativo sin asomo de narcisismo. Sólo honestidad y compromiso.

En Avenge but one of my two eyes, su última obra (2005), antepone durante cien minutos los contenidos educativos y mitológicos de los jóvenes judíos con la actuación de su ejercito frente a los palestinos; consiguiendo desde sacar sonrisas al espectador, hasta casi hacerte perder los nervios, como él mismo ante los soldados israelitas cuando tienen horas a los palestinos sin dejarlos cruzar la valla.

Intentaré ver más.

Lo último que veo hoy es Yo, de Rafael Cortés, premio de la crítica internacional FIPRESCI en la última edición del festival de cine de Rotterdam.

El guión es a medias con Alex Brendemühl, que también la protagoniza, que hace de alemán en busca de trabajo en Mallorca. Y lo borda el tío, ¡vaya acentazo de alemán aprendiendo castellano! Si a eso le sumamos que este actor tiene esa forma de hacer de raro -o quizás lo sea y por eso lo clava, no sé-, hacen de este thriller psicológico una obra intranquilizadora pero más que recomendable.

 

Jueves 22, el día de las cartas y las cabinas telefónicas
Hay directores instalados en el victimismo y en la estética del vacío.

En el victimismo de sentirse incomprendidos, de no sentir que sus obras son entendidas, de que no comprendamos que a través de eternos silencios, de colocar la cámara frente a alguien que no se mueve nos quiera reflejar el vacío que viven esas personas.

Sucede con Hugo Viera da Silva y su Body rice. Pero no es que el espectador no comprenda lo que quiere expresar, es que lo que narra es nada, es vacío. Que el crea que eso es digno de ser contado y que crea que a alguien le pueda interesar es otra cuestión.

Siendo benévolo podría llegar a pensar puedo someterme a la tortura de que me cuente esto con tan poco oficio, pero no en dos horas.

Claro, que luego dijo en la rueda de prensa que los que se iban de su película no tenían sensibilidad suficiente.

Demasiada pienso yo.

Love conquers all, de la directora malaya Tang Chui Mui, en betacam y recientemente premiada en el festival de Rotterdam es la película en la que los personajes se comunican por carta y llaman desde cabinas de telefónicas. Un homenaje a elementos en extinción que me ha llegado al alma.

Una chica de pueblo se va a Kuala Lumpur para trabajar en la tienda de su tía. Comparte habitación con una prima menor con la que lleva una relación casi de hermana.

Todos los días llama al pueblo a su novio desde una cabina, y cada vez, un chico la sigue hasta que la consigue.

El chico la acosa mientras ella habla.

Su prima tiene una relación por correspondencia con un admirador invisible.

Las dos sucumben al amor, a las dos les encantan las telenovelas, pero la niña se nos mostrará más espabilada que la prima del campo. La niña, a pesar de su edad, sabe guardar la ropa mientras la prima adulta es incapaz de evitar su destino.

Una historia de fatalismo absoluto, de drama puro, de ver como algo va suceder y nadie lo evita, de las que quieres entrar en la pantalla para darle dos tortas a la prota y hacerla reaccionar. Pero, indefensos desde la butaca, no podemos intervenir.

El amor no lo puede todo.

Esta, junto a L’heritage y Fireworks wednesday son mis favoritas hasta ahora.

A ver mañana si hay alguna sorpresa.

 

Viernes 23. Último día
Si siempre se esperan sorpresas de última hora, a modo de un buen postre que no estropee una buena comida, ésta no es Woman on the beach, de Hong Sang Soo que cuenta con poco acierto las dudas, miedos y falta de madurez de un director de cine -en un juego a cuatro entre dos hombres y dos mujeres- que intenta conquistas constantes para salir corriendo casi inmediatamente después. Sus indecisiones y rechazos, sus frustraciones provocadas por esto a lo largo de dos horas de película para recordarme un poco a algunas historias de Eric Rohmer. Pero sin las risas que siempre me produce ese existencialismo cristiano del francés –lo siento por sus admiradores pero siempre me ha provocado muchas risas.

Si que me parece una sorpresa Tomorrow mornig, de Oleg Novkovik. Y es que yo tengo una especial predisposición hacia las historias de esos eslavos tan locos de los Balcanes.

Nenad vuelve a Belgrado después de llevar unos años viviendo en Canadá, y lo hace para casarse con Maja. Al final no ha olvidado a sus viejos amigos, ni a los antiguos amores y el día de la boda sale corriendo para irse con su antigua chica – a la que dejó años atrás y que abortó cuando él se fue.

Durante las juergas de coma etílico que se corre con los amigos van aflorando los malos rollos hibernados durante este tiempo, excusa que le sirve para irnos enseñando un Belgrado frío, gris, donde no parece haber gran futuro. Y sobre todo esto, el recuerdo de un amigo muerto recientemente.

Porque de eso va este Tomorrow mornig, de tristeza sentimental típica de esta gente a quienes el exceso de alcohol no les hace intentar suicidarse sino explotar en pasión irrefrenable, violencia desmedida seguida de abrazos y, en definitiva, mucha más piel que cabeza.

Este 8º Festival Internacional de cine de Las Palmas de Gran Canaria lo termino con la sensación de haber estado en un festival con mayor trayectoria que las ocho que tiene. Es ya una cita segura para los amantes del cine, donde la sobre programación es una garantía de no tener días donde no tienes nada que ver porque nada te atrae y sólo podemos esperar que sigan trabajando para que el año que viene, al menos, mantengan el mismo grado de calidad que éste.

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