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VII FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

por Juan Carlos Granado

La 7ª edición del Festival de cine de Las Palmas de Gran Canaria es la de su confirmación como uno de los mejores del panorama español. Y es que cuando lees la programación empiezas a sentir una especie de sudor frío por saber cómo vas a ser capaz de ver todas esas películas que te interesan, situación que hace años no me sucede en festivales de trayectoria más amplia.

Este año la oferta ha sido amplísima, excesiva en mi opinión, suponiendo que el exceso sea algo reprochable.

Por lo que pudo verse el pasado año y que se repite en éste muestran una atención importante por el cine de no ficción con una retrospectiva a Chris Marker con edición del libro a cargo de María Luisa Ortiga y Antonio Weinrichter, además de una sección propia de cine de no ficción española.

Lo mismo sucede con el cine negro. Este año se hace un ciclo de clásicos del negro europeo, lo llaman haciendo unas grandes dotes de imaginación Euronoir y vuelve a editar el libro Jesús Palacios. Espero que la búsqueda de cinematografías diferentes no nos lleve al año siguiente a un ciclo de cine negro africano, sudamericano o asiático. O sí, y quizás estaría encantado.

Tanto la Sección Especial como la Déjà vu presentan clásicos en formato original, cosa muy agradable si no fuese porque en algunos casos las salas actuales no tienen las lentes correctas para exhibir algunas de ellas y el tema queda un poco pobre. Pero loable el esfuerzo.

El ciclo donde más esfuerzo se ha hecho este año es en el de cine tailandés contemporáneo, con ciclos propios para dos de sus directores más representativos: Apichatpong Weerasethakul (Tropical Malady) y Peng-Ek Ratanaruang.

También sorprenden con uno sobre el joven director chino (6ª generación) Jia Zhang-ke (The world).

Y para mí el más atractivo es el de novísimos USA, esa generación de nuevos directores que poco tienen que ver con el abotargamiento, tanto formal como de contenidos, que desde Sundance y la Miramax intentan vendernos como cool.

También hay un ciclo de Anime japonés y el clásico Foro canario.

Viernes 24

Llegué al mediodía y entre alojarme, quedarme mirando el mar desde el hotel como un tonto y recoger toda la información me di cuenta de que ya (¡el viernes!) habían pasado dos películas de sección oficial por la mañana. Sí que son madrugadores.

Comienzo mi propio itinerario con El arco, de Kim Ki-duk, que es la historia de una viejo que vive en un barco en medio del mar y alquila para pescar; con él vive una niña que recogió hace ya diez años y con la que tiene previsto casarse en unos meses, cuando cumpla los dieciséis. Con su estilo propio en el que las imágenes y los silencios narran con un poder superior al de cualquier diálogo nos va descubriendo una relación entre ambos llena de complicidad, pero el despertar de la sexualidad de la joven enturbia la idílica relación. Ni las bellas imágenes del anciano disparando con el arco al buda pintado en el casco mientras la joven se columpia delante puede con algunas situaciones inverosímiles y un final abominable desde el punto de vista de la corrección política, o si se quiere, de la ética más elemental hacen que me deje un especial mal sabor de boca, no sé si por la película en sí o por verme violentado por estas situaciones tan denostadas por los bienpensantes imperantes.

Mi siguiente parada es un clásico llamado Vivre sa vie, de Jean Luc Godard . Y disfruté con esa forma tan burguesa (casi poética y melancólica: naïf en definitiva) de la progresía sesentera de narrar la caída en la prostitución de nuestra protagonista.

La última del día es 40 shades of blue, de Ira Sachs, premio del jurado en Sundance que cuenta la relación entre una vieja estrella del rock, su joven esposa de origen ruso y el hijo de su marido. Ya me parecía un topicazo y cuarenta minutos es lo que tarde en darme cuenta que estaba mejor durmiendo que sentado allí.

Sábado 25.

El día empieza fuerte con Junebug, de Phil Morrison. Mi corazón se acelera justo al leer que la música es de mis admirados Yo la tengo, sin embargo poco de ellos se nota. Más parece que dejaron al director poner que la música era suya para que antiguos indies confesos como yo se metiesen a la peli ante tamaño reclamo.

Junebug cuenta la historia de una culta y triunfadora marchante de arte que se casa con un sureño aparentemente perfecto. Descubre un artista disfuncional cerca de la ciudad de origen de él e intenta que firme para su galería. Ésta es la excusa que aprovechan para visitar a sus padres, su hermano y la mujer de éste que está a punto de tener un bebé.

La familia no la recibe con todo el entusiasmo que había esperado y descubre algunos lados desconocidos de su marido.

Es un poco lo de siempre, esa América profunda donde da la sensación de que todos están tronados. Algo más o menos como la España profunda o la Europa profunda pero al otro lado del mar, con lo que nos quedamos muy tranquilos pensando que los cutres son los otros.

La cosa se podía haber titulado "como ir al infierno y volver indemne", sin embargo lo titularon Junebug que es más resultón para este tipo de historias. En el papel de sureño guapo está Alessandro Nivola que hace su papel, que para eso es así de guapo (por cierto ¡qué bien hacía, de guapo, en Laurel Canyon!) y en el papel de mujer del hermano, embarazadísima y fascinada por su nueva cuñada, lo culta y moderna que es, está Amy Adams, que yo no conocía de nada y me encantó.

La segunda película de la mañana de la sección oficial me la salté sin ningún tipo de remordimiento porque a la misma hora pasaban la nueva de Wim Wenders, Don’t come knocking. Y me alegro mucho de haberlo hecho. Ya hacía muchos años que no veía algo suyo que me gustase, no digo mucho sino algo.

Sam Shepard es un viejo actor acabado y loco que se fuga de un rodaje sin haber terminado. Va a ver a su madre, a la que no reconoce, se entera de que tiene un hijo y va en su busca. Mientras, los de la aseguradora de la producción le siguen para que acabe el rodaje.

Eva Marie Saint y Jessica Lange está sublimes y Sarah Polley muy bien en su eterno papel de mujer frágil. Tim Roth muy bien de raro, en su papel también.

Y que le den un Oscar al fulano que ha traducido al castellano el título, que ha pasado de "Don’t come knocking" a "Llamando a las puertas del cielo". Homenaje a la canción de Dylan, supongo, aunque poco tiene que ver con esto.

Una de las características de este festival es que las películas suelen empezar tarde, que dejan entrar a los espectadores una vez comenzada la sesión (incluso veinte minutos después) y que entran con refrescos y palomitas. Pero lo mejor es que incluso personal acreditado hace disfrute de esa costumbre local, situación que al que escribe le irrita de una manera espantosa.

Three times de Hou Hsiao-hsien está compuesta por tres mediometrajes de cuarenta y cinco minutos cada uno que cuenta tres historias de amor en diferentes épocas.

La primera historia se desarrolla en 1966 y transcurre desde el momento en que un chico que ha sido llamado a filas conoce a una chica que trabaja en unos billares. Juegan una partida y él queda enamorado. Cuando vuelve no la encuentra pero el chico lo intenta y acaba consiguiéndolo. El final, edulcorado hasta el máximo es perfecto y todo recuerda a Wong Kar Wai. Sólo esta historia compensa para toda la película.

Las otras dos historias no me parecen muy reseñables. La de 1911 es muda, en color y con intertítulos. Se aprende de la historia de Taiwán, sobre las cortesanas y el concubinato.

La de 2005, es una historia de amor a tres bandas con estética video clip y que me interesa más bien poco.

Mi primera de los novísimos USA. El director Andrew Bujalsky presenta su Mutual Appreciation. El director me cae bien, la película es en blanco y negro y rodada en 16mm.

Alan es un músico indie veinteañero que quiere montar un grupo, las deudas le persiguen y su padre no deja de recordárselo. Consigue dar su primer concierto, después de deshacer su anterior grupo, con sólo un batería. Como no podía ser menos hay un pequeño asunto con la novia de su mejor y único amigo. Es un tostonazo increíble, no cuenta nada y encima es larguísima. Este tipo acaba de inhabilitarme a los novísimos.

Después de la crítica que en esta misma revista hizo mi compañero Celso Hoyos en la Berlinale de Road to Guantánamo de Michael Winterbottom no podía esperar a que la estrenasen en los circuitos comerciales. Y merece la pena, es brutal y te deja desconsolado para unos cuantos días. Todos sabemos lo que allí pasa porque lo hemos leído innumerables veces en la prensa, porque se denuncia a diario, pero verlo recreado es otra cosa: es una patada directa al estómago, y más patadas de éstas debería de haber, al menos para los que les guste recibirlas.

Domingo 26

Anoche hubo cambio de hora y los programadores han decidido que no hay película de sección oficial a primera hora. Supongo que la deferencia es debida a eso, en todo caso me parece muy bien.

Heaven’s door de los hispano marroquíes Swel e Imad Noury son tres historias conectadas entre sí al estilo de las que escribe Guillermo Arriaga, sin llegar ni de lejos a la maestría con que Alejandro Gonzáles de Iñárritu dirige esas historias.

En tres idiomas: árabe, francés e inglés se cuenta la historia de un joven obrero que ve como sus amigos se forran dando atracos decide juntarse a ellos. La responsabilidad que tiene con su madre ciega y una hermana que aun es una niña y la figura del padre huido hacen de esta historia que navega a ritmo de hip hop que sea la más floja de las tres. Nuestro joven muere intentando ajustar cuentas con otro delincuente, va a su casa y le mata, deja en coma a su mujer y con vida a su hijo de corta edad.

La segunda historia es de un preso que recobra la libertad después de quince años en la cárcel. A la salida tiene que ajustar cuentas con aquel viejo amigo que le traicionó.

La tercera es una joven viuda norteamericana que tiene que hacerse cargo de un niño y su madre en coma, por ser la familia más cercana de ellos.

Es una película irregular, falsa y forzada por momentos pero que me ha gustado lo suficiente como para recomendarla a quienes quieran tener una visión diferente del Marruecos actual.

Steven Soderbergh, nos sorprende en Bubble con otra de sus extrañas rarezas. Es una narración ágil, descriptiva del estado corrupto al que llega el mundo capitalista en su estado más puro, hasta ir transformando la historia en un pequeño thriller. En definitiva, descripción de las miserias humanas cuando han desparecido los valores y lo que se tiene es tan poco que da lo mismo perderlo.

Otro de los guerrilleros hacedores de algunas de las marcianadas más interesantes del cine actual es Abel Ferrara y con su Mary quiere introducirnos la visión que de María Magdalena dan algunos de los evangelios apócrifos como la discípula principal de Jesús. Empieza bien pero se pierde de mala manera.

Transistor love story se anuncia como la película más comercial de Pen-ek Ratanaruang y es una historia que alterna momentos de una comicidad tremenda, sobre todo en algunas de las coreografías musicales, con otros de una zafiedad nada disimulada y otros de un aburrimiento nada alejado del sueño.

Lunes 27

Mis últimos momentos en el festival los utilizo para ver Bride of Silence de Doan Minh Phoung y Doan Thang Nghia que intenta contar la historia de una mujer que queda embarazada sin estar casada en una aldea de la Tailandia de hace doscientos años. Los aldeanos echan el bebé al río a ver si le salvan los dioses y la castigan a ella con la muerte.

Es una película larga (114 min.) y aburridísima.

Esta película ha obtenido el premio a la mejor dirección de fotografía, cosa que no comparto demasiado.

Cierro mi visita a este Festival con el convencimiento de no sólo es una excusa para visitar una ciudad como Las Palmas en el mes de marzo, tomar el sol e ir a comer al restaurante de Kiko Casals: es un festival con una programación tremenda y que intentaré no perderme el año próximo.

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