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NOSTALGIA DE NADA
ENTREVISTA A TERENCE DAVIES

 

Grégory Valens. : Of Time and the City es el primer encargo que acepta.

Terence Davies: Suena más importante de lo que en realidad fue. Un hombre, Sol Papadopoulos, fotografió a mi madre hace veinte años; unas fotos maravillosas, que todavía conservo. Me llamó después de todo este tiempo para decirme que se había convertido en productor. La ciudad de Liverpool iba a financiar tres películas con doscientas cincuenta mil libras cada una, y Sol me preguntó si me gustaría dirigir una de ellas. Le contesté que no, porque consideraba que ya había concluido el lote de ficción sobre esta ciudad; después pensé que sería interesante hacer un documental sobre Liverpool,  inscrito en el periodo que va desde mi nacimiento en 1945 hasta el momento en que me fui de allí, en 1973. Quería contrastar las diferencias entre una época y otra.

Pensé mucho en Listen to Britain de Humphrey Jennings, una de las mejores películas británicas, aunque sólo dura 19 minutos, realizado cuando la amenaza de una invasión planeaba en el Reino Unido. Es una película que capta muy bien el significado de ser británico, es imprescindible que lo vea, un bellísimo poema. Entonces imaginé que podría construir una especie de equivalente más modesto en torno a Liverpool.  Le pregunté cuántos éramos los candidatos, y ¡me respondió que … 157! Pensé que nunca me darían el dinero por no haber hecho ningún documental antes. A pesar de todo, presentamos un dossier con un trailer de seis minutos y ¡nuestro proyecto fue seleccionado!

G.V.: ¿Entonces el trailer le permitió obtener la financiación para la película?

Terence Davies: No fue tan sencillo. Como no teníamos guión, sino un simple proyecto de dos páginas, hicimos esa especie de trailer para mostrar a qué se podría parecer la película. Fue el comienzo de la misma, salvo la secuencia en la que se abre la cortina que realizamos en posproducción.

Sin embargo parece que las primeras imágenes que surgieron fueron las de la destrucción de las chabolas y la construcción de las ciudades.

Sí, son los primeros documentos de archivo, los quise recuperar cuando fue seleccionado el proyecto y comenzamos la búsqueda. Pero el trailer que presentamos no contenía archivo alguno, no era más que un esbozo del ensayo cinematográfico tal y como yo lo había concebido. Sobretodo, no quería que pensaran que yo iba a hacer un documental objetivo: “miren lo que sucedió en 1949…” Había que establecer claramente que iba a hacer una película muy subjetiva, retomando los elementos que me habían marcado en mi infancia y juventud.

¿Por qué precisamente esas imágenes?

En la mayoría de las ciudades industriales se produce el mismo fenómeno. Se destruían las barriadas más pobres y las ciudades que se construían allí debían ser una suerte de nueva Jerusalén para resolver todos los males. Realmente, creíamos que eso era posible; pero traicionaron nuestra fe, a pesar de que los políticos construyeran esas viviendas con una intención real de mejorar el hábitat. Estaban mal diseñadas, mal construidas. Al cabo de cinco años, se convertían en lugares mucho peores que aquellos a los que se había sustituido. Todo esto coincidió con el comienzo del declive de la ciudad.

Los dirigentes de la posguerra querían crear una nueva Gran Bretaña. Algunas decisiones visionarias, como las instauración de un servicio de salud pública, beneficiaron al país. Cuando vemos hoy a los defensores del sistema de salud, hay que recordar que se oponían a él con gran vehemencia hace cincuenta años. ¡Qué hipócritas! Las intenciones eran buenas.

Pero la falta de presupuesto para sostener esta política transformó la esperanza en traición, tanto que cuando destruyeron las barriadas, arrasaron también mansiones históricas del siglo XVIII. Hubiera sido más razonable restaurarlas y rehabilitarlas.

No sé por qué estas imágenes fueron las que surgieron en mi mente, en primer lugar, pero rápidamente supe que incluiría la canción The Folks Who Live on the Hill de Peggy Lee . En ese momento, me dije a mí mismo: ¡Ya tenemos una secuencia!¡Ya tenemos una película!

…….

¿Cuando decidió utilizar las citas de Joyce, de Chejov…?

Desde un principio. La primera, “si Liverpool no existiera, habría que inventarla “ era esencia. En la entrada del St Georges Hall, uno de los edificios neoclásicos más hermosos que existen, y que muestro en el film, hay una serie de citas. Dickens amaba este lugar, donde dio algunas conferencias. Vi esta cita de un hombre al que no conocía, Milbach, y me pareció formidable, mientras yo mismo intentaba proponer una reinvención de Liverpool.

La mayoría de las citas literarias que utiliza son muy sombrías, pesimistas,  y sin ellas, Of Time and the City sería sin duda alguna su película más jovial…

No me parecen pesimistas, sino saludables. Muestran el reverso de la moneda, atemperan las cosas. Tomemos como ejemplo la cita de Chejov, que de hecho es del hermano del gran dramaturgo, Alexandre. Pero si hubiera escrito “Alexandre Chejov”, alguien me habría corregido diciendo: “no, se llama Anton”. Por eso sólo puse Chejov.

En una carta a su hermano, le escribe: “Los momentos maravillosos pasan y no dejan huella alguna”. Esta frase se escucha tras el regreso de ese día tan bonito en New Brighton. Sí, es una realidad que los momentos más felices pasan.

Abandonó la escuela muy joven, y sin embargo sus películas están repletas de citas literarias y referencias artísticas eruditas.

Soy un autodidacta. Dejé la escuela a los quince años para comenzar a trabajar. El primer año de trabajo leí todo Dickens. Lo devoraba todo: las Brontë, Günter Grass, Kafka… Y descubrí la música. Pero nunca fui a la universidad, por lo que hay alguna laguna en mi cultura. No conozco la literatura inglesa de los orígenes, por ejemplo.

Usted, tan obsesionado por la cuestión del tiempo, de la memoria, del recuerdo, y nunca ha citado a Proust.

Proust me parece extraordinariamente difícil. Cuatro veces hice el intento de lanzarme sobre En busca del tiempo perdido, pero nunca lo logré.

Un personaje que mira a alguien que está en una iglesia, y catorce páginas más allá todavía está haciendo lo mismo, no me interesa. Y nunca pude comprender el Ulises de Joyce. ¡No tengo ni idea de lo que sucede allí!

Algunos espectadores no comprenden quizás todo en sus películas.

Oh, sí, claro. Conozco gente que opina que mis películas son aburridas, penosas, incomprensibles… Por otra parte, si yo las descubriera sin saber que he sido yo quien las ha hecho, seguramente también me parecerían aburridas.

A menudo es muy duro con su obra, no está completamente satisfecho con su trabajo.

Intento ser honesto y realista. No tengo ninguna ilusión por la calidad de lo que hago, ¡pero tampoco confío en la calidad del trabajo de los demás! Recuerdo haber sufrido mucho con India Song de Margarita Duras y haber pensado: ¿pero que estoy haciendo aquí? Lo que no impide que otros piensen que la película es maravillosa.

Y al revés, he tenido conversaciones muy tensas con amigos que despreciaban Laissez-passer de Bertrand Tavernier, una película extraordinaria. Y así es como debe ser.

Volviendo a mis películas, es cierto que cuando no están bien me doy cuenta y lo asumo.

Usted es muy duro con La Biblia de Neón (The Neon Bible, 1995)

Y con razón, porque esa película no funciona. ¡No me diga que le parece una buena película!

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¿Cómo consigue, tanto en esta película como en las dos películas de ficción que estaban ambientados en Liverpool, Distant Voices, Still Lives (1988) y The Long Day Closes (1992), recrear aquello que vio con ojos de niño?

Siento las cosas intensamente. De niño, el mundo se va descubriendo poco a poco cada día. Esas sensaciones me marcaron para siempre; de hecho, ¡tengo recuerdos en blanco y negro! Veo las cosas tal y como las he vivido, viven conmigo. Pensaba que esto le sucedía a todo el mundo, vivir los recuerdos con tal intensidad, pero sin duda soy más sensible que la mayoría.

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The Long Day Closes da cuenta de un periodo en el que usted era feliz, tal y como nos recuerda en Of Time and the City. ¿Cómo un niño feliz se convierte en un adulto melancólico?

Muy sencillo: mi padre, que  era un hombre violento, murió cuando yo tenía siete años e iba a la escuela primaria. Mi colegio era mixto, todos mis profesores eran mujeres, fui muy feliz allí. Un día, con once años, yo estaba en casa en lugar de ir a jugar al parque o ir al cine. Veía como en el garaje de la casa de enfrente estaban levantando un muro. Observé que el trabajador de la casa de enfrente llevaba un vaquero muy ceñido. Rápidamente comprendí que no debía mirarle de ese modo y mi infancia se detuvo en seco. En un instante supe que se había terminado. No sabía lo que fallaba,  pero lo sentía.  En el instituto, me pegaron durante años por lo que era. El escaso amor propio que tenía se esfumó durante aquellos años.

¿Es el motivo por el que siente tanta nostalgia por el Liverpool de su infancia? No es sólo la ciudad por la que llora sino su infancia robada.

Lloro la ciudad que fue y ya no es y daría todo lo que tengo por volver a vivir esos cuatro años en los que fui feliz. Nadie desea ser desgraciado el resto de sus días. Eso es lo que cuenta de este instante. Pero yo no lo llamaría nostalgia: la nostalgia implica sentimentalidad y yo no soy un sentimental. De hecho, busco la experiencia de la pérdida del tiempo pasado. No hay que tener nostalgia de nada: éramos pobres, había ratas en los lavabos…

Pero su vida profesional le proporciona muchas satisfacciones.

No, porque sólo veo los defectos de mis películas. No consigo que me satisfagan.

Incluso cuando las alabanzas son unánimes, como en el caso de esta última película

Eso me preocupa. Ya no soy católico, pero fui educado en esta religión, y no puedo evitar resistirme al pecado del orgullo. Y como sabe, ¡es pecado mortal! Incluso si ya no creo en Dios, examino mi conciencia sistemáticamente, porque aprendí a hacerlo. No puedo decir que los halagos que recibo por Of Time and the City me dejen frío, me gustan, pero también hacen emerger la parte más cordial de mi persona, y no quiero obligarme a pensar: Dios mío, soy banal, despreciable. Pero es más fuerte que yo.

¿Por qué hace películas?

Es mi manera de expresarme, de decir las cosas que quiero compartir. Pero es tan difícil hacer películas en Inglaterra que me pregunto si vale la pena seguir luchando.

¿Su deseo de expresarse a través del cine es el mismo que cuando abandonó el puesto de contable para hacer su primer cortometraje?

No, no lo siento con la misma intensidad. Hacer hoy una película es un combate tan violento que hace falta una voluntad titánica para lograrlo. Uno se encuentra ante críos de 25 años que dicen que debo reescribir el guión y te entran ganas de decirles: ¿pero cuántos guiones habéis escrito? Y hay otra cuestión:¿ cómo defenderse en una civilización obsesionada por el dinero, la fama, las apariencias? La sociedad británica está envilecida, es venal, incivilizada. Vivimos en un país mediocre. ¡Qué desgracia que Napoleón no nos venciera en Waterloo!

¿No le gustan las películas de sus compatriotas, de Mike Leigh o Ken Loach por ejemplo?

Ya no voy al cine, ya no me gusta. La magia ha desaparecido.

Sin embargo el cine fue una de las grandes alegrías de su infancia.

Era la edad dorada del cine, tuve la suerte de descubrir el cine de finales de los cuarenta hasta finales de la década de los cincuenta. Las películas de esa época tienen un aura que desvela las carencias del cine contemporáneo. Con la muerte de Bergman, el gran cine ha desaparecido para siempre. Ningún cineasta vivo le llega al tobillo.

Resnais y Godard todavía están en activo

Resnais, de acuerdo. Quizás es el último de los cineastas que ha cambiado la naturaleza del cine que dirige. No creo que Godard haya cambiado al cine, Bergman sí. Hoy el cine cada vez se parece más a la televisión, sobre todo el cine británico. Ya no creo en él, he perdido la fe.

…..

Desde el punto de vista arquitectónico, usted concluye Of Time and The City con una oda a Liverpool.

Esos edificios son excepcionales. Cuando era pequeño, y hasta hace veinte años, todos esos monumentos eran negros. La limpieza los reveló todavía más hermosos que en mis recuerdos.

¿Puede decirse que le hubiera gustado que Liverpool fuera menos famoso? Usted se burla de dos instituciones que hicieron mucho por la ciudad: los Beatles y el club de fútbol.

¡No me burlo del club de fútbol! No me interesa lo más mínimo el deporte. De todas las actividades humanas, el deporte es la menos útil. ¡Es una estupidez! Y los británicos desgraciadamente inventaron ciertas disciplinas olímpicas que no interesan a nadie en todo el globo terráqueo, como el “curling”. Pero Liverpool no puede resumirse en Beatles y fútbol. ¿Sabía usted que en Liverpool se construyó el primer muelle flotante en el siglo XVIII?

Desde finales del XVIII hasta finales del XIX, el cuarenta por ciento del comercio mundial pasaba por Liverpool. Así que la ciudad ya era muy conocida antes de los Beatles. Pero la razón por la que no he incluído a los Beatles en la película es porque no han tenido ninguna influencia en mi vida, y la idea era hacer un ensayo personal, subjetivo, articulado, en torno a los lugares, momentos de la ciudad que me afectaron directamente.

¿Cree usted que el cine es un buen remedio para el tiempo que pasa, un medio de fijar las huellas para el futuro?

No es un medio: el cine, la fotografía, las imágenes son quizás importantes, pero no estoy muy seguro de ello. Las cosas personales no vuelven. Ya le he dicho que sentía las cosas muy intensamente, incluso cuando era pequeño experimentaba una profunda exaltación cuando vivía momentos hermosos porque sentía que pasaban justo en el momento en que sucedían. Algunos saben capturar esta emoción en un poema, una novela, una película. Pero el momento mismo no se captura jamás, es algo que pasa: quizás quede una huella pero el momento se ha perdido para siempre.

La invención de la fotografía y el cine han permitido a los artistas de su generación fijar las huellas que sus predecesores no pudieron registrar.

Creemos que las registramos, pero no es cierto. Mire el álbum de fotos de una persona y verá hasta que punto es aburrido. Lo que usted ve no es lo que los otros han sentido. Tengo fotografías de mi madre, pero no es ella, sólo es el eco de su paso por la tierra. Pero daría todo cuanto tengo por  escuchar su voz, aunque fuera una vez, un solo minuto.

¿Entonces no cree que el cine  sea un medio para dejar una huella de sí mismo?

Me gustaría que una o dos personas dijeran de mí que fui un genio…pero cuando uno sabe que Bizet murió pensando que su vida había sido un fracaso después de haber escrito Carmen…cuando pensamos que Van Gogh murió en la pobreza y en el anonimato, francamente ¿qué bien pudieron hacerles las huellas que nos han dejado? 


Entrevista realizada por Grégory Valens a Terence Davies, el 2 de diciembre del 2008

Publicación: Revista Positif. Febrero 2009.Núm.576

Traducción del francés: Esmeralda Barriendos para www.zinema.com


 

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