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MI AMISTAD CON FELLINI
EL ARCANO

 

Textos extraídos de: Angelo Arpa. L’arpa di Fellini, Edizioni dell’Oleandro. L’Aquila, Rome 2001. El padre jesuita Angelo Arpa, nacido en Castelfranco Veneto en 1909, y fallecido en Roma el 27 de marzo de 2003, fue un consejero "espiritual" de Fellini; lo apoyó públicamente hasta que el Vaticano le atacó por La Dolce Vita. Arpa escribió en 1996 "La Dolce Vita, cronaca di una passione", texto que está reproducido en su libro.

Mi amistad con Fellini

Fellini me fue presentado en Venecia por Brunello Rondi, con motivo del premio con el que fue galardonada La Strada (1954) Una conversación breve, con el deseo –y el compromiso- de volver a vernos.

Un tiempo después, a finales de septiembre, Fellini me invitó a un paseo por la playa de Ostia; la playa, en ese momento, estaba desierta y el cielo sin luna hacía brillar a todas las estrellas. En un momento determinado, -no recuerdo porqué, quizás para sobreponerme a la timidez y quizás atraído por esa atmósfera irreal-, me puse a hablar del Logos de Juan como primera fuente de toda realidad que se hace luz y fuente de luz.

Después hablamos un poco de todo: de mi vida, mis intereses, sobretodo si me sentía a gusto con mi vida religiosa. Seguimos así durante más de una hora, con raras, - yo diría tímidas-, intervenciones de Federico.

Volviendo a Roma en coche, de repente se paró y me habló de la película La Strada, cómo la había concebido, cuánto le había costado realizarla y terminó hablando, -callando-, del agobiante final de Zampano.

Así comenzó mi relación con Federico: evocar los momentos, las emociones que siguieron a esos días no es posible, pero no puedo evitar decir algo sobre nuestro último encuentro en el servicio de gerontología de Ferrara, a finales de septiembre de 1993.

Más de una hora de conversación, en aquella gran habitación anónima, en la que incluso el vacío estaba presente; hablamos de la salud, de ese brazo izquierdo colgante, de las ganas de regresar a Roma, de la salud de Giulietta. En un determinado instante, Federico me atrajo hacia ese vacío y me dijo: "Angelo, no sé si es un ruego o es otra cosa lo que me lleva de cuando en cuando a dirigirme a ese al que llamas "el buen Dios", para preguntarle el por qué de todo lo que me ha sucedido. El día es un tormento, la noche es más apacible, pero la calma no existe nunca"

"Federico, durante esas horas de soledad nocturna, se manifiesta, creo, esta presencia misteriosa a la que yo llamo "el buen Dios", pero que tiene tantos otros nombres; lo invoques o no, es él quien vela tus noches, estoy seguro"

Después, tras un silencio, Federico dijo: "Angelo, hace muchos años que nos conocemos, y entre nosotros nunca hubo ningún problema, y tú, incluso en los momentos más difíciles de tu vida, nunca me pediste nada. En el estado en el que me encuentro, -todavía vivo-, querría decirte que pensando en ti, ahora me basta con saber que todavía existes".

Fue un momento intenso, difícil, muy difícil... Nos enlazamos en un abrazo terriblemente mudo: la imagen de Federico, consciente de haber llegado a su final, ya no me abandonó nunca.

El resto es la crónica de aquellos días y aquellas noches de angustia por el destino de un individuo en la Policlínica de Roma, desde ese momento petrificado en su imposibilidad de comunicar.

¿Pero por qué Fellini tardó tanto tiempo en apagarse?

¿Qué senderos habrá recorrido en su oscuridad solitaria?

¿Qué luces habrá visto? ¿Qué relámpagos le habrán llevado?

Nadie podrá jamás desafiar a la oscuridad de aquellos días, de aquellas noches en las que la conciencia adormecida de Federico vibraba sobre sí misma, y nadie podrá jamás revelar las luces y las sombras que abrumaban su soledad. Las experiencias extáticas del ser humano son indecibles.

La ciencia, en esos días de diagnósticos y análisis cada vez más sofisticados, se reveló impotente al declararse impotente ante un corazón que se apagaba pero que no dejaba de latir.

Personalmente, viví esos días sin angustia, y esto se lo debo a esta misteriosa solidaridad que interiormente me regaló Federico: ¿y si en esas noches de oscuridad Fellini hubiera experimentado El Viaje de Giuseppe Mastorna, la película que nunca llegó a realizar?

¿Pero por qué Fellini, enamorado de lo oculto, tuvo que someterse a una iniciación tan laboriosa antes de ver la luz? Preguntas que quedan en el aire, como en el aire quedaron las declaraciones de la medicina oficial.

Pasé esos días y esas noches como tantas otras, sin decir nada, pero recuperando los momentos vividos o imaginados con Fellini pensé si no en una lógica, al menos en una no-fatalidad de ese camino solitario que fue el suyo.

Por la noche, yo también sólo, un pensamiento de Platón me reconfortó: "No somos plantas no terrestres sino celestes(...) De hecho, la divinidad eleva todo nuestro cuerpo sosteniendo nuestra raíz por la cabeza, justo por el lugar en el que el alma tuvo su primer origen"

Oculto y arcano (secreto, misterioso) eran palabras que Fellini utilizaba de modo indiferente como síntomas de una experiencia interior.

Estaba dotado de una energía extrasensorial, al igual que Nino Rota: energía que descargaba sobre sus actores cada vez que tenía dificultades en educarlos en su creatividad. Como ejemplo sirva la experiencia que Fellini vivió en Toluca, Méjico, buscando a Carlos Castaneda. La llegada y la presencia de Fellini, quien sabe a qué fue debido, obligó a huir al escritor-chamán, que fue ilocalizable. La narración de esta aventura paranormal, publicada por el mismo Fellini en el Corriere Della Sera, confirma literalmente la riqueza y el peligro de sus proyecciones psíquicas, así como la amplitud y la ritualidad de sus sueños.

En este sentido, los resplandores y las groserías que Fellini descargaba sobre sus actores y colaboradores, más que cambios de humor, eran las turbulencias del alma de un artista, demasiado dinámico en aquel entonces.

Esto explica por qué Fellini no elegía a menudo a actores profesionales, mientras multiplicaba la elección de seres ocasionales y anónimos a los que, en contratos de un solo día, conseguía transformar en actores competidores con los grandes profesionales.

Durante el rodaje de Amarcord, una noche, a la mesa en casa de Cesarina, Fellini me dijo: "Angelo, ayúdame a encontrar un niño más bien pequeño, algo gordito, con un rostro entre alelado y amable, que sepa pegar puñetazos y que sobre todo, no tenga experiencia alguna con mujeres". Era el Titta de Amarcord que en ese momento surgía de la fase de la concepción ideal pura.

Para el cardenal de Ocho y Medio, qué tarea antes de encontrar el rostro, la mirada de una Eminencia ya cansada, algo entumecida, que responde a la segunda pregunta de Marcello: "¿Pero está usted casado?"

Marcello: "Sí"

Y el cardenal dice: "¿Tiene usted hijos?

"Sí, sí...", responde Marcello

Y el cardenal: "¿Oye ese pájaro? Se llama Diomedeo..."

Y más tarde, cuando el viejo cardenal, envuelto en los vapores de aguas sulfurosas, imagina a Marcello que dice: "Eminencia, no soy feliz..."

Él responde: "¿Y quién le ha contado que se viene al mundo para ser feliz?"

Y al fondo, la banda sonora de la cabalgada de las Valkirias: golosina puntual de la inspiración feliniana.

Lo oculto y lo mágico están siempre presentes en los paisajes felinianos, pero en una secuencia de Ocho Y Medio la mezcla de ambos roza el encantamiento.

Estamos en la casa grande de Guido niño: tías, tías-abuelas y la abuela, después de haber bañado a Guido en la cubeta del lagar, llevan al pequeño a la cama; sábanas tibias y farándula de besos.

En el momento en que los adultos abandonan la habitación, una niñita le dice a Guido que no duerma, porque esa noche, recitando las palabras "asa-nisi-masa", verán cómo se mueven los ojos de un retrato colgado de la pared: una tensión extática para estos niños, suspendidos entre el miedo y el encantamiento.

¿Qué sentido podemos darle a esta fórmula misteriosa?

Recuperando las primeras letras de las tres partes que la componen, "asa-nisi-masa" se transforma en "anima" (alma): palabra misteriosa para estos niños, y no sólo para ellos, porque, como dice Platón, del alma sólo un Dios puede hablar, mientras que el hombre sólo puede hacerle alusión a través de los símbolos.


Extracto del libro citado en el encabezamiento

Publicación: Positiv, núm 507. Mayo 2003

Traducción del francés: Esmeralda Barriendos


 

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