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LA CONVERSACIÓN ES
UN HUECO SILENCIO

 

Con esta cita del maestro Luis Buñuel comienza el cuaderno de prensa editado para el Festival de Cannes de Las Horas del Día, ópera prima del joven Jaime Rosales, que fue exhibida dentro del programa de la Quincena de los Realizadores, y finalmente premiada por la crítica internacional (Fipresci): "El creador cinematográfico habrá cumplido honradamente cuando, a través de una pintura de las relaciones sociales auténticas, destruya las funciones convencionales sobre la naturaleza de dichas relaciones, quebrante el optimismo del mundo burgués y obligue a dudar al lector de la perennidad del orden existente, incluso aunque no nos señale directamente una conclusión, incluso aunque no tome partido ostensiblemente".

En este sentido se ha manifestado hoy Jaime Rosales en la rueda de prensa ofrecida en Valencia en los cines Babel tras la proyección de su película. Su objetivo ha sido construir una narración que estimule continuamente al espectador, le obligue a tomar caminos diferentes a los habituales partiendo de unas reglas básicas que tienen en consideración el cine clásico y los géneros para después ir en contra de ellas; en definitiva, ser iconoclasta.

El guión nació de un corto de suspense en el que un hombre asesinaba a un taxista, lo metía en el maletero y a continuación recogía a una prostituta. El espectador se mantendría en vilo por la suerte de ésta. La lectura de un artículo sobre asesinos en serie le llevó a querer excluir el suspense de este primer esbozo, y a considerar la idea de elaborar un retrato hiper realista, dejando una puerta abierta a la interpretación. Así nos encontramos ante el retrato de Abel, personaje quizás incomprensible, cuyas motivaciones permanecen ocultas para el público, o lo que es lo mismo, es el público quien en esa libertad absoluta de movimientos concedida por el director, explica, justifica o juzga qué mecanismos pueden abocar a un ser humano a integrar el asesinato en su cotidianeidad como un gesto habitual, aséptico, vacío de contenido moral explícito (en pantalla), pues su nombre, y esto es una opinión de quien escribe, está lejos de ser casual.

Alex Brendemühl, que consigue con acierto transmitir esa "normalidad" aparente, confesó su necesidad de trazar unos rasgos definidos del personaje para llevar a cabo la interpretación; lo describe como un hombre con miedo a la vida, con miedo a salir de sí mismo, para quien el asesinato es un instrumento liberador de la incomunicación en la que se halla inmerso. Pero esta declaración sólo supone la expresión de la técnica del actor, pues en la pantalla, el devenir de Abel es pura rutina, y las emociones desencadenantes de sus actos nos resultan tan insondables, tan lejanas como crueles sus asesinatos.

Jaime Rosales afirma no tener tesis alguna respecto a Las Horas del Día, -y aquí es donde nos remite directamente a la última frase de la cita de Buñuel-, pero destaca un aspecto: sólo quiere dejar constancia del interés que en él despierta el ser humano, de su afán por entrar en las vidas de unas personas durante un par de horas, y salir de allí sin haber intervenido en sus actos o en sus ideas. La cuestión de la "anormalidad" de lo cotidiano, de la extrañeza de gestos considerados normales, de la incomunicación que rezuma en relaciones humanas, -"la conversación es un hueco de silencio", dice-, que conduce a la alienación y a la desintegración mediante explosiones de violencia fue una de las diversas ideas que pesaron en la construcción del relato.

¿Cómo es tu asesino?-, le pregunta uno de los asistentes. Rosales se reafirma en su interés por estimular la preocupación en el espectador y no la violencia; No hay valoración moral ni censura, y desvela su malestar por la posible repercusión social, por el riesgo de despertar psicópatas, tal y como ha ocurrido con Matrix en Estados Unidos.

Jaime Rosales, formado en San Antonio de los Baños (Cuba) nos habla de sus referencias cinematográficas, que proceden de dos campos: el cine americano y el cine europeo de autor que no está basado en los géneros; Godard, Bresson, Passolini, Tarkowski... Reconoce influencias estéticas de Rosellini (una suerte de post neo realismo), Bresson y Fassbinder (encuadres) Respecto al cine americano, explica su fascinación por Hitchcock, Welles (Sed de Mal) y Ray (Johnny Guitar), y de la autenticidad de sus miradas dentro de la rigidez impuesta por los grandes estudios.

Este joven, riguroso y coherente tanto en sus declaraciones como en su película, apuesta valientemente por un cine de resistencia, un cine de ideas, términos que en la memoria, nos remiten a algunas declaraciones del maestro José Luis Guerín. ¿Hemos asistido quizás al comienzo de un cine imprescindible? El mercado es un fagocito de la producción audiovisual que le circunda, pero a veces, de ese proceso de metástasis sin límite aparente, se escapan pequeños universos, tan valiosos por su atrevimiento y su libertad en la mirada que alimentan la esperanza de todos los que creemos en un cine comprometido con el espectador.

Esmeralda Barriendos


 

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