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CONTRA LA MUERTE EN EL OLVIDO
TÍO BOONME, EL QUE RECUERDA SUS VIDAS ANTERIORES, DE APICHATPONG WEERASETHAKUL

 

Los sueños y la memoria son la únicas transgresiones del tiempo que el ser humano puede permitirse. Inscrito en él como recuerda el dibujo sobre la piel del niño en Alumbramiento o la fúnebre ausencia de las manillas del reloj en Fresas Salvajes, sueños y memoria nos permiten abandonar la claustrofobia de un tiempo falsamente lineal, el que organiza los quehaceres cotidianos, para encontrarnos con el futuro o retornar a lo vivido a voluntad. Ambos asuntos son propios del cinematógrafo, en el origen su única razón de ser, su especificidad, oculta tras esa apariencia de entretenimiento de feria. Su invención dio entidad física a imágenes que hasta el momento sólo tenían lugar en el interior de cada conciencia individual. La imaginación y la evocación llegaban en un tren de sombras que ha circulado de un modo más o menos obediente en torno a todas esas reglas que constituyen una cierta gramática del cine, con un buen número de estaciones principales, y vías muertas que amenazan con terminar con la más potente máquina de pensamiento. Si esto llegara a suceder, habría entonces que cuestionarse si el acto de pensar, de soñar o imaginar, es tan noble, tan definitorio del ser humano, si no son acaso rara avis ; que el hombre y la mujer occidentales sólo ansían liberarse del yugo del imaginario, eliminar cualquier proyección pasada o futura y apagar el deseo inmediatamente a cualquier precio, o quizás a precio de saldo es hoy algo indiscutible.

La historia del tío Boonme de Apichatpong Weerasethakul, -surrealismo tercermundista en palabras de Kong Rithdee1-, nos habla de diferentes realidades, y nos traslada hasta un universo compartido por vivos y muertos. Película inspirada en un libro que narra la experiencia de un hombre que recuerda sus vidas pasadas, Apichatpong inició un viaje preparatorio desde su aldea de origen, un descenso del Mekong en el que llegó a conocer a varios de los hijos del personaje de novela. Las gentes que habitan esas aldeas le hablaron de la reencarnación y de las historias del tío Boonmee. He aquí la semilla del film. En Asia, la presencia de los espíritus en la vida cotidiana no pertenece al orden del Más Allá. ¿Cuál es entonces la materia de los espectros? Apichatpong desvela que los espíritus existen en tanto que perdura su recuerdo entre los vivos, y en la profundidad de la selva, y ante la evidencia de extraños seres, como los monos fantasma, es posible que las almas no elijan la futura materia que las albergue, -como sí sucedía en el mito de Err de platón, donde la elección en la gran llanura se llevaba a cabo en función del recuerdo de las vidas anteriores-, sino que ahora que el fin está próximo, el pasado se resiste vehemente, porque con el fin de la carne también dice adiós la memoria. “Existo porque tú me imaginas…”, diría Ángel González.

Permanecer y partir a un tiempo, desdoblamiento del ser, del espíritu, ser sin tiempo, sueño de eternidad. Ser monje durante un día es tradición cuando muere una persona en Tailandia. También lo es escribir un libro sobre el muerto, fabular, modificar lo escrito en el tiempo. La ficción como comienzo y como fin del relato. La cámara observa la inquietud del monje. Apichatpong anhela romper con los límites del encuadre, y para ello, el registro temporal se sostiene en diferentes órdenes pautados por la imagen y el sonido, -esencialmente el ritmo anticipatorio de los sonidos de la jungla-, como escalas de movimiento divergentes: aquí y ahora pierden su significado primero…

La intención manifiesta del director de hacer un homenaje al cine desde su memoria personal se plasma en cada una de las bobinas del film (documental, drama, televisión…), Apitchapong ha desvelado su técnica, tan rudimentaria, y algunos trucos, tan primitivos como logrados, - Méliès estará seguro muy contento-, en varias entrevistas. No obstante la visión de conjunto a pesar de esa división de estilos es plenamente armónica.

Don Luis, tras quitarse el sombrero, se sentará a la mesa, -o quizás, atención, en la próxima proyección en la butaca contigua-, para festejar semejante homenaje al cine junto a la tía Jen: Mizoguchi, Imamura, Tourneur, Cocteau...un homenaje a grandes nombres del cine y a la propia esencia de lo cinematográfico. La muerte en el cine de Apitchapong ofrece vestigios de otros registros mágicos de la existencia, de lugares fabulados que son vasos comunicantes como “agujeros de gusano”, atajos espacio-temporales por los que se desplaza la materia misma del film... Animal, vegetal, humano, cuando se trata de dar razón del orden visible, imagen o símil de lo inteligible, de lo inalcanzable para la expresión racional surge el mito, la narración arquetípica, la que nos revela nítidas realidades más valiosas, fuera de la aprehensión sensible. En el cine de Apichatpong, su relato no nos habla de la muerte sino de la esencia del cine, de la despedida de la memoria de los muertos que nos acompaña a lo largo de nuestra existencia mundana, vivos que no temen a los espíritus, muertos que temen al río del olvido…

Gracias, maestro.

Esmeralda Barriendos

1 http://www.bangkokpost.com/entertainment/movie/182494/uncle-boonmee-in-cinema-today


 

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