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ALEXANDER SOKUROV
CINEASTA

 

Alexander Sokurov es un cineasta ruso que dice que el cine no le gusta; afirmación sorprendente para quien define su propia vida en función de un abundante número de películas realizadas, más de treinta, desbordantes de preocupaciones morales, éticas y estéticas. Es un hecho que Sokurov prefiere no hablar mucho de cine y que ve poco cine; quizás será éste uno de sus secretos, y los secretos por definición no se revelan. En 1997, "Madre e hijo", una de las películas contemporáneas más secretos, octavo largometraje de ficción en su filmografía, le consagró como el más importante cineasta ruso de la actualidad. Es que, como el mismo afirma, las personas tenemos una idea extremadamente simple y breve de lo visible; Sokurov dedica su esfuerzo a desvelar ese misterio.

Es cierto que las obras de arte encierran secretos, suscitan preguntas. Así, cuando nos tocan, nos dicen tanto sobre su misterio como sobre los nuestros propios porque nos sitúan, lo queramos o no, ante nuestras propias angustias, para lo mejor y lo peor. Esa es su condición: son radicales en el sentido en que tanto su esencia como la experiencia que proponen se extiende hasta el límite. Descubrir un autor a partir de una obra así constituye un momento excepcional. Y eso es lo que sucedió entre los que estuvimos "expuestos" a tal experiencia, que descubrimos a Sokurov, autor de una obra iniciada a finales de los años setenta, extensa y variada, aunque poco conocida. El reconocimiento se confundió con una "revelación"; así fue recibida la película "Madre e hijo", estrenada comercialmente en 25 países, entre ellos Portugal. Con anterioridad, S. realizó cortometrajes, largometrajes, películas documentales y de ficción, en 35 mm, y desde 1995, con "Voces espirituales", también en video. Entre "Madre e Hijo" (1997) y Moloch (1999), - film estrenado en el Festival de Cannes donde recibió el premio al mejor guión-, realizó "Una vida humilde", "Confesión" y "La trama".

Entre 1978 y 1999, a pesar del ostracismo al que fue sometido por el régimen soviético desde su primera obra, -"La voz solitaria de los hombres"-, S. filmó aquello que le interesaba incluso utilizando imágenes de otros: gran número de imágenes de actualidad a las que superpuso comentarios en off y fragmentos musicales, como en "Y nada más" (1982), una cronología de los acontecimientos de la SEGUNDA GUERRA MUNDIAL bajo el lema de la expresión latina Tertium Num Datur, o incluso una obra exclusivamente de compilación de imágenes "Retrospectiva de Leningrado" (1957-1990), un largo de 13 horas; adaptó a clásicos de la literatura (a Platonov en "La voz solitaria de los hombres", a Bernard Shaw en "Dolorosa indiferencia", -donde también las imágenes de archivo se intercalan con las de ficción-, a Dostoievski y a otros escritores rusos en "Páginas ocultas", a Gustave Flaubert en "Salva y protege"; se detiene en las vidas de personalidades artísticas, políticas, o en otras personas, atraído por el carácter excepcional de éstas (Fedor Chaliapin en "Elegía" y "Elegía de San Petersburgo", Andrei Tarkowski en "Elegía de Moscú", Boris Ieltsin en "Elegía Soviética" y "Un ejemplo de entonación", Vytautas Landbergis, el primer presidente de la Lituania independiente, presentado como pianista en "Elegía simple", Alexander Soljenitsine en "La trama", o María Voinova, la campesina rusa de uno de sus primeros filmes, "María (1978-1988)", o una anciana señora japonesa de la montaña en "Una vida humilde".

Su fuente de inspiración se halla tanto en los pequeños detalles de la vida cotidiana, como en el esplendor de la naturaleza, y también en las artes (música, pintura, literatura); a propósito de su obra, podría hablarse de pictorialismo, de polifonía o elegía. Una experiencia visual. Un trabajo sobre el sonido. Un canto de melancólicos lamentos.


Autora: María Joao Madeira

Editorial: Ediciones de la Cinemateca Portuguesa-Museu do Cinema. Julio 1999.

Traducción del portugués: Esmeralda Barriendos


 

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