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Kirikú y la bruja

Año 1998
País Bélgica-Francia-Luxemburgo
Estreno 21-12-2001
Género Animación
Duración 74 m.
ZINEMA.COM T. original Kirikou et la sorcière
  Dirección Michel Ocelot
  Intérpretes Antoinette Kellermann (voz de Karaba)
    Fezele Mpeka (voz del tío)
  Kombisile Sangweni (voz de la madre)
     Theo Sebeko (voz de Kirikou)
     Mabutho "Kid" Sithole (voz del anciano)
   Guión Michel Ocelot
Música Youssou N'Dour
Montaje Dominique Lefèvre
Sinopsis
Un pequeño pueblo perdido en cualquier lugar de la inmensidad de África. Allí, en medio de ninguna parte, nace Kirikou, una criatura distinta a todas las demás y cuyas sorprendentes capacidades (además de andar y hablar desde muy temprana edad, sabe perfectamente qué es lo que quiere en la vida) hacen ver en él la esperanza de un pueblo que anhela recuperar su "estela".
    
Referencias
  • Dirige el guineano Michel Ocelot, autor de los cortos de animación Los tres inventores (1980); La légende du pauvre bossu (1982); Les quatre voeux (1987), presentado en el Festival de Cannes; La princesse des diamants (1988).
     
  • Consiguió el gran premio en el Festival de Cine de Annecy 1999 a la mejor película de animación.
     
  • La distribución de la película ha tenido problemas en algunos países por mostrar torsos femeninos desnudos.
     
  • La banda sonora es del famoso compositor africano Youssou N'Dour, siempre preocupado por conservar las tradiciones musicales de su continente. En la banda sonora recurre a instrumentos tradicionales como el ritti, el belafón, el cora, el belón o el xalam.
     
  • Se inspira en un cuento de la zona oeste de África.
     
  • El proceso de realización de la película, que tuvo lugar en África, se prolongó a lo largo de cinco años.
Crítica
También en Europa sabemos hacer dibujos animados

Con lo comercialoide y previsible que se nos ha vuelto el cine, ¿queda todavía espacio en la sala oscura para películas distintas, frescas, emocionantes, estéticamente bellas, divertidas, edificantes -por su positivo mensaje- y deliciosamente humanas? Tras ver "Kirikú y la bruja", un exquisito y aparentemente sencillo film de dibujos animados cuya acción transcurre en un poblado africano anclado en la intemporalidad de lo mítico y de la leyenda, no podemos decir otra cosa que rotundamente sí.

Esta engañosamente modesta producción dirigida por el francés Michel Ocelot y que se exhibe también doblada al euskara y al catalán, demuestra que con ingenio y criterio artístico unidos a una producción eficaz al servicio de una historia atractiva, se puede competir con éxito (varios millones de espectadores en la UE) con los apabullantes despliegues de recursos en general, y de tecnología digital en particular, de Disney o Dream Works. 

Resulta curioso que este baño de autoestima de la animación cinematográfica europea frente al coloso americano se base en una historia africana que se desarrolla íntegramente en una aldea del continente negro y la que no aparece un solo personaje de raza blanca. Ninguno, como lo leen. Y no es un detalle baladí, hagan memoria y procuren rescatar de su memoria cinéfila alguna otra película de ficción sin "rostros pálidos". Siempre sale algún misionero, viajero intrépido o inconformista desengañado del modus vivendi occidental... que acaba erigiéndose en protagonista.

En "Kirikú..." el discurso narrativo progresa in crescendo y sin decaimiento y respeta escrupulosamente el formato de un cuento que resulta menos inocente y simple de lo que parece. Los preciosos dibujos (con una sorprendente estética que se mueve entre lo naif, el arte africano y Gauguin) parecen cuadros, de puro bonitos, y visten perfectamente a los paisajes y las diversas situaciones y diálogos. Los diálogos, por su parte, son muy coherentes con los requerimientos literarios que la tipología mítica del cuento exige. Un buen ejemplo, el comienzo: una vocecita surge del vientre de una mujer embarazada que, sola, permanece sentada y afligida en el interior de su choza. El nasciturus reclama: "¡ Madre, dame a luz!" y ella, solemne y con una naturalidad que desarma al espectador responde: "Un niño que habla en el vientre de su madre se da a luz solo". La escena nos permite seguir disfrutando de este primer diálogo que termina cuando la madre dice a Kiriikú que no piensa siquiera bañarle y que lo haga por sí solo. Ya tenemos, así, al niño-héroe que, a pesar de su minúsculo tamaño, llega a esta vida dispuesto a resolver todos los problemas de su familia y, por extensión, de un poblado sometido (no tiene agua, ni plantas, ni flores y se ha comido a todos los hombres) y resignado a la cruel y -una vez más, sólo aparentemente- caprichosa tiranía de la hechicera Karabá.

La película, en fin, nos permite disfrutar de las muy diversas e ingeniosas estrategias que articula el lúcido y testarudo Kirikú para ir resolviendo todos y cada uno de los problemas que aflijen a su pueblo, luchando contra los fetiches (robots de apariencia felizmente inspirada en la imaginería africana) de la bruja, que no terminan de asustar porque mantienen una componente humorística y muestran sentimientos humanos de impotencia ante los que Karabá se muestra despótica e intransigente. Kirikú, nuestro minúsculo y obstinado paladín de la justicia, no se conformará con liberar a su pueblo de las maldades de esta bruja sino que incluso desvelará el enigma de su perversidad, en un curioso regate argumental que, por cierto, sorprende mediada la película pero abusa de blandura en el happy end.

La banda sonora juega un papel poco relevante, pero su autor, el celebrado senegalés Youssou N'Dour, ofrece una colorista selección de temas musicales de claro matiz étnico interpretados con instrumentos tradicionales, que sin decepcionar (es agradable y ofrece un coherente soporte a la narración), no maravilla. Peca de modestia, lo que tampoco es negativo si tenemos en cuenta lo que hemos sufrido con las infumables y edulcoradas canciones de otras películas de dibujos. Pero es que el compositor era Youssou N´Dour... y las expectativas de los aficionados a la música étnica pueden verse un poco frustradas .

Lo más satisfactorio del film es la enorme calidad (artesanal) de los dibujos y de su animación. Sin olvidar el rico y original personaje de Kirikú, del que el director de la película dice " es un pequeño niño que sabe lo que quiere, y lo sabe incluso antes de su nacimiento. Es independiente, generoso, valeroso y va a hacer frente a la temible hechicera Karabá. Lo quise pequeño para que la confrontación con la hechicera fuera todavía más sorprendente. Kirikú no está contento de ser pequeño, de ser diferente de los otros niños; él sueña con ser grande. Salvará a los suyos, y buscará saber por qué Karabá es malvada; es un pequeño niño que no acepta las cosas que las personas de la aldea le imponen; quiere ir más lejos, busca sus propias respuestas."

Por fin, el protagonista de una película es realmente ejemplar para nuestros hijos: se esfuerza por conseguir lo que cree debe hacer, supera sus limitaciones físicas, asume riesgos, se muestra solidario con el entorno social en que vive, es curioso, tiene opiniones propias, es inconformista, rebelde y creativo, reflexiona antes de tomar las decisiones y, una vez adoptadas, llega hasta el final, por muy difícil que resulte lo que se ha propuesto.

Este film, que según su productor, Didier Brunner "necesitó cinco años de trabajo encarnizado, con batallas diarias para financiar la película y garantizar su terminación", demuestra que historias inteligentes y contadas sin caer en los manoseadísimos tópicos de Disney (ejemplo: es una historia africana 100%, con referencias genuinas a la cultura indígena, nada que ver con el indigesto e irrespetuoso refrito ahistórico de "Pocahontas"), pueden encantar a los niños. Las expresiones de satisfacción, tensión y asombro de mi hija y de sus pequeños acompañantes durante la proyección dan buena fe de ello. Porque esta es, ante todo, una magnífica película de dibujos animados que entretiene y divierte de principio a fin.

Ricardo Oleaga