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Acordes y desacuerdos

Año 1999
País USA
Estreno 17-03-2000
Género Comedia
Duración 95 m.
ZINEMA.COM T. original Sweet and lowdown
  Dirección Woody Allen
Intérpretes Sean Penn (Emmet Ray)
   Samathan Morton (Hattie)
  Uma Thurman (Blanche)
   Anthony LaPaglia (Al Torrio)
  Gretchen Mol (Ellie)
   Guión Woody Allen
Fotografía Zhao Fei
Música Dick Hyman
Montaje Alisa Lepselter
Sinopsis
Un alocado y excéntrico genio de la guitarra de jazz a finales de los años treinta se enamora de una joven muda. El personaje se desenvuelve a través de acontecimientos cómicos y sorprendentes, resultado de sus conflictos con sus amantes, con los músicos y con los gángsters que le rodean en una farsa cómica y emotiva que él mismo ha creado.
    
Referencias
  • Dirige Woody Allen, cuyos últimos trabajos para la pantalla han sido Desmontando a Harry, Celebrity, el documental Wild man blues o la voz de Z en Hormigaz. En la actualidad prepara Small time crooks, con Hugh Grant y Tracy Ullman.
     
  • Según el propio Allen, la película es un homenaje a La Strada, de Federico Fellini.
     
  • Atención a la pequeña intervención del director John Waters, autor de Pink Flamingos o Pecker, escogido por Woody Allen a causa de su bigote, que le recordaba al utilizado en los años treinta.
     
  • Al igual que en Zelig, se trata de un falso documental inspirado remotamente en la vida del músico de jazz Sidney Bechet.
     
  • Está interpretada por Sean Penn (La delgada línea roja, Giro al infierno), la actriz revelación Samantha Morton, Anthony LaPaglia (Phoenix, Nadie está a salvo de Sam) y Uma Thurman (Gattaca, Los vengadores).
     
  • Destaca la música de Dick Hayman creada expresamente para la película e inspirada en clásicos del jazz.
     
  • Fue candidata a los Oscar al mejor actor (Sean Penn) y mejor actriz secundaria (Samantha Morton).
     
  • Es la película más cara realizada por Woody Allen hasta el momento.
Crítica
La última película de Woody Allen rinde un homenaje explícito al jazz, música que ha sido un elemento fundamental en todas las películas que conforman la filmografía del director. Su pasión por uno de los estilos musicales más representativos del siglo veinte -no hay que olvidar que una de las principales atracciones turísticas de Nueva York es ir a escuchar a Woody Allen tocar el clarinete- es, tal vez, la causa de que este trabajo sea uno de los menos interesantes que ha realizado en los últimos años.

Allen crea una historia en torno a una figura imaginaria del jazz de los años treinta con la que intenta compendiar el ambiente jazzístico de la época pero no consigue transmitir su pasión. Tan sólo cuando Emmet Ray, el personaje interpretado por un poco afortunado Sean Penn, se refiere en interminables ocasiones a Django Reinhardt, el mejor guitarrista que existe en el mundo según él, se produce ese chispazo que recuerda al Allen más genuino. En realidad, la película parece convertirse en un disimulado homenaje al propio Reinhardt, lo cual sería lo único que podría justificarla, ya que la esquizoide personalidad Emmet Ray apenas se sustenta con un comportamiento que alcanza su máxima expresión matando ratas en los vertedores o viendo los trenes pasar.

La presencia del personaje de Samantha Morton, la principal aportación de la película, permite apreciar el auténtico valor del director cuya película destila un sentido del humor que no es el habitual. El otro personaje femenino con una cierta relevancia en la película es el de Blanche, interpretado por una Uma Thurman a la que Woody Allen no ha conseguido extraer el talento que la actriz posee y que, en un principio, podría suponerse que encajaba en su galería de personajes.

Por lo demás, tan sólo habría que destacar las escenas que muestran desde diferentes puntos de vista el atraco a la tienda de la gasolinera. Uno de los pocos momentos en los que se consigue apreciar la lucidez cinematográfica del director a pesar de tratarse de un recurso manido al que incluso él mismo ha recurrido en alguna otra ocasión. Y es que la presencia intercalada de expertos del mundo del jazz que analizan la figura de Emmet Ray, entre los que se incluye el propio Allen, sí que resulta algo reiterativo en su filmografía y menos logrado que en otras ocasiones. No se puede decir lo mismo de la banda sonora, una nueva muestra del exquisito gusto musical con que cuenta Woody Allen.

N.A.